jueves, octubre 13, 2005

Entrevista a Gastón Baltra



Entrevista a Gastón Baltra


¿De donde viene tu pasión por la danza?
-Desde chico me moría por bailar. Mis padres eran vendedores de diarios y ya a los cuatro, cinco, seis años el baile era una parte mía. Mi mamá era mi cómplice, me apoyó desde el principio. Me disfrazaba para bailar en las fiestas de la primavera, así se llamaban , te hablo de los años 50's. Mi mamá me ponía un sombrero de cartón, un traje y unos zapatos que no se de donde sacó. Y yo me paseaba bailando por las calles. En una de esas, un caballero, joven en ese tiempo, y que yo no tenía idea quien era me dijo:
“¿tu mamá está cerca?”
“Sí, mi mamá vende diarios aquí en la esquina”
“¿La puedo conocer?”
“Claro, le dije”
Lo llevé con mi mamá. Era Patricio Bunster.
Él le dijo a mi mamá que me llevara a dar examen a la escuela de danza de la Universidad. Y así llegué y me quedé.

¿Cuántos años tenías?
Tenía trece años. De ahí quedé pegado. Un cabro chico con una familia sin mayor cultura. Cultura académica, pero con una cultura de vida muy rica. Comencé a ver danza y a descubrir un mundo que era el mío.
Ese era un momento muy especial de la danza en Chile. Habían llegado grandes maestros Ernst Uthoff, Lola Botka, hasta llegó Sigur Leeder a quién tuve de maestro por siete años en la escuela. También fueron mis maestros Patricio Bunster y Joan Turner.
Los alumnos pasaban de la escuela al cuerpo de baile del Ballet Nacional Chileno. Y allí uno iba subiendo, según su interés y su capacidad artística.
Fue muy hermoso ese tiempo en Chile. Estaban ocurriendo cambios muy grandes. Eran los años 60's, toda América Latina se estaba moviendo. La cultura y la política. Y estos movimientos estaban apoyados por los pueblos.
Con el triunfo de Salvador Allende llega un auge en la cultura y en la danza especialmente. Partimos por todo Chile, con danza, teatro, pintura, folklore. Eso me cambió la existencia.

-Era un momento de mucha movilización social, además de la danza ¿estabas tú participando en política?
-Los jóvenes estábamos muy politizados y pertenecíamos a las distintas corrientes que existían. Nadie estaba fuera de la política. Yo era hijo de trabajadores pobres y las ideas de Allende nos interpretaron mucho. Y nos encauzamos dentro de la izquierda. Yo dentro de las juventudes comunistas. Y fue una conexión muy linda entre la necesidad que teníamos de entregar cultura al pueblo y de recibir la atención del pueblo. Eso me llenó por completo. Y de eso vivo. Llevar el arte a todos los rincones de Chile y del mundo.

-¿Cómo empezaron los jóvenes a bailar en los sindicatos y las comunidades?
-En el 68 Patricio Bunster estaba en el partido y antes del triunfo de Allende organizó a la gente de izquierda.
El Ballet Nacional era un ballet subvencionado, encerrado en los teatros como el Municipal o el Victoria, a donde el pueblo no llegaba y el acceso a la danza era muy poco.
Patricio Bunster comenzó a pensar como llevar la danza a la gente. Entonces nos pidió a la gente de izquierda que hiciésemos el sacrificio de trabajar el doble. Formamos el Ballet Popular, bajo la dirección de Joan Turner y Patricio. Fue una experiencia preciosa, ya que junto con el Ballet Popular llegó también el triunfo de Allende y comenzamos a llevar la danza a los rincones más increíbles de Chile. Íbamos en el tren de la cultura, en una caravana de no se cuantos vagones llenos de músicos, actores, bailarines, pintores. Nos bajábamos en los diferentes pueblos y nos repartíamos por todos lados.
Fue una experiencia que no se ha vuelto a repetir. Nunca más, nunca más. Los artistas no eran solo de izquierda, todos estaban metidos.
Llegábamos a los lugares más increíbles en donde jamás habían visto una exposición de pintura, una obra de teatro ni una danza. Los artistas comprometidos cumplieron esa misión durante tres años.

-Cuando estabas paralelamente en el Ballet Nacional y en el Ballet Popular, era Patricio Bunster el que los dirigía?
-Patricio Bunster era el director del Ballet Nacional pero lo dirigía en conjunto con Nora Arraigada y Virginia Roncal. A Patricio no le gustaba dirigir el ballet, porque le quitaba tiempo para crear. Estaba haciendo La Consagración de la Primavera, que quedó inconclusa. El le puso Los Siete Estados. Un ballet maravilloso que no alcanzó a terminar, llegó el golpe y no se que pasó con ese ballet.

-Luego Bunster hizo La Vindicación de la Primavera.
-Sí, pero eso era un estado. En ese tiempo estaba la orquesta sinfónica, estaba la ópera y el ballet. Y estaba incluso Víctor Jara improvisando en la creación de ese ballet. Era una experiencia única que quedó inconclusa.
Patricio estaba insistiendo en que se creara una carrera coreográfica y nos dio la oportunidad a nosotros para formarnos como coreógrafos, era 1972.
Se estaba gestando en la Universidad la carrera coreográfica. Hacíamos coreografías y Uthoff, Bunster y otros maestros decidían cuales podían presentarse.
Todo eso quedó en la nada. Todavía no existe una carrera coreográfica en la Universidad de Chile. Hay mucho talento coreográfico en Chile, pero además de talento se necesita un estudio formal. Darle estructura a las coreografías, conocimiento del espacio. Ahora Patricio Bunster está dando la carrera de coreógrafo en la Academia de Humanismo Cristiano.

-¿ Las obras que presentaban en los viajes eran las que hacían con el Ballet Nacional,?
-No, las obras eran totalmente distintas. Patricio con la Joan nos daban la libertad para poder crear nuestras propias obras. No nos imponían sus creaciones, aunque también bailábamos cosas de ellos.
En ese tiempo no me nacía la necesidad de hacer coreografías Era intérprete. Yo sólo quería bailar.
Recuerdo que dentro del ballet estaban Hilda Rivero, que hacía unas coreografías hermosas, Sonia Uribe, Rayen Méndez, Olga Wischnjevsky, Rubén Balvera, Fernando Gortizo y otros compañeros.
Hacíamos coreografías cortas porque se hacían espectáculos de una hora o una hora y media donde había teatro, danza, música, danza folklórica.
Nosotros éramos nuevos como grupo de danza, entre los demás habían actores famosos y compañías reconocidas.
En ese momento estábamos metidos en medio de un gran conflicto. Había gente que no quería los cambios profundos que Allende quería hacer. Muchos estaban asustados y la oposición era muy grande. Decían “¡¡va a venir el socialismo!!nos van a quitar las tierras, nos van a matar!!” Toda una historia de terror que incluso afectó a parte de la clase media y a un sector de la clase popular. Eso determinó la llegada del golpe militar. Pero el terror siguió.

-Cuando llega el golpe militar, que pasa con toda esta euforia creativa? Tú que hiciste?
-Nosotros estábamos entregando a la gente cosas que nunca habían tenido: arte, teatro, danza. Mientras en las calles habían manifestaciones y contra manifestaciones. En pro y en contra del gobierno de Allende. Había desabastecimiento de alimentos porque la derecha los escondía para crear más caos y echarle la culpa al gobierno.
Nosotros igual seguíamos bailando en todos lados.
El día del golpe había una función del Ballet Nacional en el teatro de Extensión Musical, una función de Carmina Burana, yo iba a bailar el personaje del Bufón. Partía a la función. Estábamos ajenos a lo que pasaba. El teatro queda a una cuadra de la Moneda(la casa de gobierno). Comenzamos escuchar los balazos, se suspendió la función. Yo pensé que era una manifestación en defensa de Allende.
Era conciente que estaba pasando algo con la derecha. Yo pensé que eran personas que habían salido a la calle en defensa del gobierno. Pero no era así.
Me comenzó a entrar un terror inmenso y me fui a mi casa donde estaba mi madre. Nos pusimos a escuchar la radio. Pero que te voy a contar si todo el mundo sabe lo que pasó...

-No Gastón, todo el mundo no lo sabe. La mayoría de los bailarines jóvenes, los que tienen menos de treinta años no habían nacido y muchos más no tienen ni idea y menos los que no son chilenos.
-A mi me da un poco de temor contarlo, no de que me vayan a hacer algo, sino de no llegar a alguna conclusión política lógica para los que la lean. Es una apreciación personal.

-Eso es lo interesante, que sea tu experiencia personal. Lo que tú sentiste en ese momento.
-A mi se me produjo una confusión terrible. ¡Si lo que estábamos haciendo era tan hermoso! Decía yo. La nacionalización del cobre, la reforma agraria, la reforma cultural. Entregar arte al pueblo. Era un sueño lo que habíamos empezado. ¿Porqué lo querían terminar? No me cabía en la cabeza. Me bajó un llanto que me pasé todo el día llorando. Mi refugio fue mi madre. Juntos escuchábamos la radio, los bandos militares decían :"que se presenten tales personas a tales regimientos" Y nombraban listas de personas. Entre ellos nombraron a Patricio Bunster y a otros personajes importantes de la música, del arte. Eran mis maestros y yo escuchaba que se tenían que presentar para hacer una declaración al ejército.
Presentarse significaba la muerte o la desaparición. Habían tres opciones: que los mataran, quedarse a luchar(¿con qué armas?) o irse al exilio. Muchos de ellos, artistas en general nos fuimos al exilio. Con mucha pena pero nos fuimos. Viendo como mataban, como fusilaban, nos fuimos. Fue una decisión muy personal.
Las fuerzas de izquierda estaban desorganizadas. No había punto donde ponerse a luchar en contra de la dictadura.

-Ese día del golpe tu te encerraste en tu casa. Pero después ¿que hiciste, al día siguiente, a la semana siguiente?
-Empecé a pensar que habían matado a mi hermana. Ella, Mireya Baltra, era ministra de trabajo, una de los más buscados. A los tres o cuatro días aparecía alguien en el portón de la casa y decía: “la Mireya está bien” y desaparecía como por arte de magia. Y otro día, otro nos decía: “Mireya se va al exilio, ustedes cuídense”.
Así estuve como un mes, porque el 19 de octubre del 73, “ta, tan” vienen a buscar a mi hermana pensando que estaba fondeada en la parcela que mi mamá arrendaba. Entran los carabineros, entran los militares y comienzan a romper los muebles. Mi madre gritando y yo allí en medio. Entre todos los insultos de esta gente, de estos fascistas, que preguntaban dónde está Mireya, dónde están las armas, que no encontraron, porque no habían armas ni nada.
Ese conglomerado como de 50 carabineros, militares y civiles, que no se de donde salieron, no se querían ir con las manos vacías. Entonces encontraron al hermanito...

-¿De ti había conocimiento que estabas en el Ballet Popular?
-No, no tenían idea de mi existencia. Yo era un bailarín así nomás. No era de tanta importancia. Era joven.
Alguien dijo ese es hermano de la Mireya, él debe saber donde está. Y me llevan. Y sucedió algo extraño. Yo veo un ratón o una araña y grito como una vieja histérica y me arranco. Pero en ese momento me bajó una tranquilidad y una seguridad. Me transformé, enfrenté eso de una forma digna, entero, era otra persona, yo no me reconocía. Pregunté dónde me llevan. “Va a tener que ir a un interrogatorio” me dijeron. “Porque usted debe saber donde está ella y dónde están las armas” Yo no tenía idea. Y en medio del drama y los gritos de mi mamá me llevaron, mientras pasaban los aviones, las persecuciones, en medio de una guerra que ellos inventaron. Primero a una comisaría con cientos de hombres, golpeados, casi muertos.
Yo como bailarín tengo un instinto que me hace resguardar el cuerpo. En el calabozo me contraje, donde habían como sesenta personas en un lugar, exagerando, como para diez, me arrinconé en posición fetal, toda una noche. Hasta que llegaron y empezaron a disparar, a pegar y matar. Yo estaba escondido arrodillado, acurrucado, pensando ¡que terrible, me van a matar, como va a sufrir mi mamá, su único hijo hombre, su hijo menor!Hasta que pasó todo. Al día siguiente yo estaba vivo. Cuando llegan dicen “¿Y este huevón que hace aquí? Está vivo. Llevémoslo al Estadio Nacional.”
Llegué al estadio nacional y no había ni espacio para meternos. Estuve allí tres meses. Allí se produjeron una serie de fusilamientos. Fuimos interrogados. 2175 hombres como una muestra de todos los chilenos. Campesinos, obreros, intelectuales, artistas, de todas las etnias. Y nos dividían en grupos de ochenta y nos llevaban a una parte de atrás del estadio, al velódromo. A interrogarnos. Yo no sabía lo que era la tortura. Sólo en películas lo había visto. Nunca pensé que existía y menos que me iba a pasar a mí. Y me pasó. Y nos pasó a todos nosotros. Para que hablar de la tortura, es una cosa espantosa... Pero te quiero contar que decidí hacerme el loco. Utilicé mis dotes de actor y bailarín. Me dije me van a tener que creer. Primero yo tengo que creérmelo para que me crean. Estoy loco, y gritaba, gritaba, me salía hasta pus por la boca, torcía la boca. Mi organismo me ayudaba y me producía cualquier cosa. Era mágico, producía unos estertores espantosos. Me golpeaba la cabeza, más de lo que me golpeaban ellos. Ellos me pusieron corriente en todas partes, pero yo me golpeaba mas. De otra forma no me lo hubieran creído. Y me salvé de la muerte. Nuevamente. Mi mamá me debe haber ayudado, aunque en ese momento estaba viva.

-Tú te ayudaste.
-Yo me ayudé. Nos iban poniendo en unas graderías donde iban los torturados, los destrozados, los iban poniendo encima como muertos. Y dicen “este huevón se volvió loco échenlo pa’fuera”. Y me dan una patada en el poto bien fuerte, y voy caminando haciéndome el loco, y me doy cuenta que no tengo ni un rasguño, y los demás compañeros era una cosa espantosa. Al mismo tiempo dentro de lo terrible, un compañero mío, Julio Oliva que estaba totalmente moreteado me dice “y tu creís que vas a una función? Y yo estaba regio, estupendo, hasta limpiecito...
Es realmente increíble que en esa situación uno todavía haga bromas. Me hice el loco tres días. No hubo mas tortura. No consiguieron lo que querían. No sabía nada de nada, porque no habían armas, no había guerra. Eran mentiras. Estuvimos tres meses esperando. Luego nos llevaron a un campo de concentración en el norte de Chile.

-¿Cuanto tiempo estuviste en el campo de concentración?
-Estuve un año. No hubo torturas pero pasamos momentos terribles. Con un calor de 40° en el día y 2° bajo cero en la noche, nos venía un estado de inercia total. La mayoría se pasaban horas llorando por sus hijos, sus padres, sus esposas. Yo no podía quedarme sentado, llorando, esperando sin hacer nada y más acostumbrado a moverme. Entonces empecé a hacer teatro. Yo solo.

-¿Cómo a hacer teatro?
- Empecé a recitar poemas que sabía de memoria. De la (Gabriela) Mistral, de (Federico) García Lorca, de Pablo Neruda. Todos los sábados a las cuatro de la tarde: Recital de poesías. Había en la casa un patio chico de tierra y allí comencé.
Primero empezaron a llegar cuatro o cinco, y cada vez más hasta que fueron como cuarenta y el espacio se hizo chico.
En el grupo había sin yo saberlo otros actores. Gonzalo Palta, Juan Pablo Urzúa, Juan Fuentes, gran amigo mío ahora. Y nos juntamos y empezamos a hacer teatro.
Allí tuve una transformación. Ya teníamos algo que hacer Y no sufrir el martirio de estar en un campo de concentración sin hacer nada. Con esa rutina de levantarse a las 5 de la mañana, estar formados, parados horas al sol. Allanamientos repentinos donde destruían todas las cosas que habíamos hecho. Algunas cosas en madera, o hierro, cualquier cosa, la destruían.
Entonces comenzamos a hacer un show. Éramos actores profesionales y en lugar de estar llorando estábamos riéndonos y aplaudiendo. Los milicos deben haber dicho estos huevones están locos, como pueden reírse dentro de un campo de concentración?
Empezaron a zapear y les interesó lo que hacíamos.
Lo más importante allí es lo que construimos dentro de un país que estaba totalmente tomado. Logramos unirnos, lo que no habíamos conseguido afuera lo logramos adentro. Profesores, artistas, campesinos, obreros. Todos juntos doblegamos a los militares en ese momento. Logramos que se abriera el teatro de Chacabuco. Nos dieron el teatro, un teatro maravilloso que acomodamos para usarlo.
El campo de concentración de Chacabuco estaba en las antiguas oficinas salitreras. Una industria que desapareció cuando apareció el salitre sintético. Los ingleses que eran los dueños se fueron y quedó todo abandonado. Entre todo eso el teatro.
Hicimos obras, improvisaciones, pero más que nada tirado al chiste, por supuesto no se podía hablar de política. Y así estuvimos un año haciendo eso. Y así todos los sábados teníamos también en la primera fila, a los comandantes aplaudiendo lo que hacíamos.

-Como saliste del campo?
-Salían en grupos de 30 y yo quedaba...Cuando, cuando, cuando, me preguntaba. Hasta que un día: ¡Gastón Baltra Moreno sale en libertad! Me entregaron un documento que decía: “El Ministerio del Interior, el encargado del campo de concentración, no me acuerdo el nombre, Espinosa, que todavía vive, y los instrumentos de seguridad del gobierno, declaran que no se le han encontrado ninguna participación política a don Gastón...
Y me dejaron en libertad. Y me fui nuevamente a casa de mi mamá. Ya no estaba en la parcela. Estuve perdido un día, no sabía donde estaban mis hermanas, ni mi mamá, no tenía idea de nada. Tomé un taxi y le dije al taxista: Yo soy hermano de Mireya Baltra. El taxista casi se muere, pobrecito. Y me dijo “¿y viene ella aquí?” No, yo nomás, le dije. “Yo lo llevo” me dijo. Así es el pueblo. Me llevó a la casa que Mireya había abandonado. Y allí viene la 2° etapa.

-Que fechas eran esas?
-Salgo en libertad a finales del 74. Al llegar a la casa allí estaban mi mamá y mis hermanas. El griterío fue espantoso “Gastón, no puede ser, creíamos que los habían matado a todos” Y allí llegué yo, regio, tostado por el sol del desierto. Gran alegría para toda la familia.
A la semana se acerca una persona y me dice: ¿Gastón te gustaría bailar nuevamente? Dónde, cómo, estoy sin training...
Lo que pasaba que esa persona, estaba luchando clandestinamente contra la dictadura, y necesitaba una pantalla artística para poder hacer cosas. Yo al principio no supe, pero después lo supe y lo seguí haciendo. Ella me tomó como bandera de lucha para hacer dancitas en el parque O’Higgins. Eran reuniones clandestinas y yo allí bailando ballet.
Después nos dijeron que no siguiéramos haciéndolo porque era muy peligroso. De todos esos bailarinas y bailarines que estábamos allí, el padre de una de ellas, la Patricia Hinojosa, le dio la idea de que hiciéramos esto, para poder hacer un trabajo clandestino. Él luego murió. Lo supimos después de una función. Salimos arrancando porque nos avisaron que venían los fascistas. Entre risas y lágrimas, en pleno tiroteo, nosotros maquillados y a pata pelada corriendo por la calle.
También me acuerdo cuando fui relegado.

-¿Relegado? ¿Como fuiste relegado?
-Ser relegado era que te llevaban y te dejaban en un sitio y tenías que arreglarte como sea para vivir. Pero no podías salir de un área de 500metros.
La gente de izquierda que había estado presa y la que no, era vigilada. Y como yo me había activado de nuevo se enojaron conmigo y me relegaron a San Pedro de Atacama por Antofagasta. Otra vez en el norte. Un lugar maravilloso. Allí estuve relegado tres meses.
Allí organicé a los curas y a unos artesanos para hacer un festival todos los sábados con muestras de artesanías y orfeón. Y hasta los carabineros felices tomando trago y jugando cartas con nosotros. Los carabineros allí eran diferentes, de provincia, estaban menos mancillados, menos manchados de sangre. Cuando nos conocieron les dijeron que éramos terroristas, que éramos lo peor, pero nosotros lo pasábamos regio con ellos, que hasta nos proveían de alimentos. Lo que son las contradicciones de la vida.
Después de 500metros fueron 510, y luego 550, luego más y hasta luego se podía salir de San Pedro de Atacama.

-¿Eso era legal?
-No, ilegalmente. Pero los carabineros nos dejaban. Pero una vez llegábamos de regreso de un balneario, de unas termas fabulosas, el Valle de la Luna. Veníamos con short y las toallas al hombro por el desierto y llegamos a la plaza, a un lugar que la iglesia nos dio, un recinto donde dormíamos. Y vimos a otros carabineros en la comisaría. Y yo les pregunté: ¿ustedes son nuevos aquí? “¡ si concha ‘e tu madre, los otros se fueron porque ustedes los compraron! Pa’ dentro!!” Y pasamos dos días terribles...
Otra cosa simpática que pasó en San Pedro de Atacama es que tienen un santo que se llama San Juan. La iglesia grande que es muy antigua y está construida desde los tiempos de la conquista, tiene un lado la capillita de San Juan, lleno de velas, todo lleno de velas.
Yo les había dicho a los otros relegados, hagámonos los católicos, vayamos a misa, que la gente nos vea. Qué vamos a hacer aquí, no podemos hacernos los revolucionarios.
Entonces íbamos a misa, comíamos y dormíamos.
Una noche escuchamos unos gritos: “¡¡Incendio, incendio!! Toda la gente al agua.” Nos levantamos y como los relegados éramos jóvenes y fuertes ayudamos a apagar el fuego del santo. El santo era muy hermoso, una pieza antigua, se quemó entero. Quedaron unos fierritos no más. La gente lloraba, “¡que terrible se quemó San Juan!”
Cuando llegó el cura, que era alemán, nosotros le ayudamos a hacer la colecta para comprar otro santito. De allí se fue una delegación de la iglesia y el alcalde a comprar otro santo. Y llegó un santito con peluca rubia y pestañas postizas, vestido de rojo y con lentejuelas. ¡¡Parecía el santo de un prostíbulo!! Le dijimos por favor padre sáquele la peluca parece Marilyn Monroe!! Pero le gustó tanto a la gente que el San Juan milagroso se quedó así. Y allí está.

-Gastón, me maravilla que tengas recuerdos divertidos de esos tiempos. Parece que los has utilizado para poder seguir adelante. Dime, ¿que pasó después de estar relegado?
-Al salir de la relegación me fui otra vez a la casa de mi hermana Mireya, pero seguían yendo para allá a buscarla. Entonces decidí irme al exilio. Primero me fui a Perú y de allí a Checoslovaquia donde estaba mi hermana. Allí otra vez ejercí mi profesión. Claro que ya estaba viejito para bailarín.
Cuando llegué, como ex preso político y por el Partido Comunista, me aceptaron en el cuerpo de baile donde hacía papeles de carácter. Ahí estudié dirección teatral durante cinco años. Nos perfeccionaron en nuestro idioma junto a otros exilados latinoamericanos. Estuve desde el 74 al 86, doce años afuera. Tuve el honor de bailar en el Teatro Nacional de Praga.

Yo Gastón Baltra Moreno soy el único bailarín en Chile que fui torturado, que estuve en un campo de concentración, que fui relegado y esa experiencia no me destruyó. La tengo viva para seguir creando. Algún día voy a encontrar bailarines jóvenes, maravillosos que tengan esa inteligencia corporal y mental para crear y hacer cosas para recordar esas vivencias. Eso no se tiene que olvidar... Este mensaje me salió del alma...

10 comentarios:

pazzifica dijo...

soy estudiante de quinto año de danza en el espiral y me sorprende encontrarme con esta entrevista....
a gaston lo conoci porque eramos compañeros de la clase de ocmposicion de p.bunster al q el iba de oyente....es increible leer todo esto y percatarse de quien era realmente la persona a la que tenia al lado.....escuchando...mostrando tareas....no se me recuerda el dicho ese de vemos caras pero no corazones......todos mis respetos para esa fuerza y por ese amor a la vida que muchos quisieramos llegar a tener....

pazzifica dijo...

soy estudiante de quinto año de danza en el espiral y me sorprende encontrarme con esta entrevista....
a gaston lo conoci porque eramos compañeros de la clase de ocmposicion de p.bunster al q el iba de oyente....es increible leer todo esto y percatarse de quien era realmente la persona a la que tenia al lado.....escuchando...mostrando tareas....no se me recuerda el dicho ese de vemos caras pero no corazones......todos mis respetos para esa fuerza y por ese amor a la vida que muchos quisieramos llegar a tener....

Unknown dijo...

Gastón Baltra es, sin duda, un maravilloso ejemplo de calidad humana y fortaleza. Le conocí en Ballet Nacional y Ballet Popular. Con un sentido del humos extraordinario, ocurrente e inteligente. Aún hoy sonrío al recordar muchas de sus anécdotas, Sin embargo, en el centro de su corazón, se encuentra su natural capacidad de solidaridad con los demás, particularmente, con los más débiles y desposeídos.
Le querré y admiraré siempre. Patricia Estay Reyno.

Malicia Blues dijo...

dónde estás, Gastón.
Alicia

Unknown dijo...

Como olvidar a Gaston...fue el coreógrafo de la Bernarda Alba, montaje realizado por la Cia.El Cite de Valparaiso, dirigido por Juan Edmundo Gonzales. Los dos eran grandes amigos y grandes genialidades de la escena del Teatro y la Danza Nacional. Fue un gran maestro y un gran guia en mi vida. Como olvidar nuestras noches de conversa y de bohemia hasta altas horas en mi casa de valpo. Escuchando sus historias y su particular forma de relatarnos el pasado, sobre todo el vivido durante la dictadura... Que grandes recuerdos y lecciones de vida...me imagino que gran encuentro en el reino celeste...de nuevo Juan Edmundo Gonzales y Gaston Baltra, que escribieron una interesante historia en el escenario teatral de Valparaiso y dejaron una huella imborrable en quienes les conocimos y compartimos con ellos...¡mierda, mierda, mierda a los dos inolvidables y Feliz viaje mí querido Gaston...!!

Unknown dijo...

Grande Gastón baltra , como me hubiera encantado conocerlo , ser familiar de él y recien enterarme,que en mi familia hubo un gran luchador bailar, y ahora explicarme de donde habia sacado la pasión por el baile apesar de todas las adversidades que pueden haber.

Mariana Prat dijo...

Maravilloso era Gastón. Inolvidable.

Unknown dijo...

Gaston lwhos lo mejor en Danza Teatro, mi querido Maestro

Unknown dijo...

Todo lo que relata Gaston, es cierto. Lo vi, mientras estábamos detenidos en uno de los camarines del Estadio Nacional, entregar su arte a los demás detenidos. Nos mostró, como se desarrollaban en los escenarios, los movimientos de los obreros y campesino en sus trabajos habituales, en las fabricas o en el campo. También sus muestra del arte en el campo de concentración de Chacabuco. Un saludo al infinito a ese gran bailarín y artista. Tu recuerdo quedara para siempre en nuestro pueblo, camarada.

zona de danza dijo...

Un investigador está haciendo un documento sobre Gastón y leyo tu comentario tan importante sobre su vida en esos momentos.Quiere contactarte, puedes enviarnos tu mail a zonadedanzazona@gmail.com ? Gracias