miércoles, septiembre 17, 2008

Observación Patológica-Obra de Paulina Dagnino

Mabel Diana






El espacio elegido fue el subterráneo del estacionamiento de la Universidad Finisterrae.
Acompañado solamente por el ruido del aire acondicionado. Un zumbido constante y alborotador.
Rampas de ascenso y descenso vacías. Un estacionamiento vacío. Solo un montón de cajas de cartón están abandonadas en un rincón.
El público se acomoda recostándose en las paredes, se sienta en las escaleras o en el suelo.

A lo lejos aparece un hombre jugando con una pelotita. La arroja, la hace rebotar en las paredes.
La deja ir rodando por la rampa hasta los pies de los espectadores. La busca. Llama al ascensor y cuando este aparece juega a entrar y salir, a detener la puerta con la mano, con el cuerpo. Se ríe. Se pone serio. Por su actitud parece niño. Un hombre niño que juega con las reglas, con los límites. Con lo que se puede y lo que no se puede hacer. Se va en el ascensor.

Algo se mueve dentro de las cajas de cartón arrumbadas. Aparece por un resquicio la cabeza de una mujer. Se asoma con miedo. No se anima a salir. De a poco va sacando las manos, los brazos. Se anima a pararse. Se tapa con la caja. Está desnuda. Se escapa, sube por una rampa y allí aparece el hombre que jugaba.
Ella le teme. Él comienza a perseguirla, a tratar de destaparla, de quitarle la caja con que se cubre. La rompe, la desgarra, la deja desnuda. La golpea, la empuja, la acorrala.
Es un juego despiadado y cruel, como el del niño que arranca una a una las patas de un insecto.

Él sigue, la jalonea, la arrincona. Ella se queja en cada abuso, en cada golpe.
Su cuerpo desnudo contrasta con el piso sucio, con el pantalón, con la camisa y con la sonrisa de él.
El juego rudo de dominio, de hasta donde aguanta el otro. Ese probarse el ser el potente, el que manda.
Ella ya no se defiende, no tiene fuerza, yace derrotada. Entonces la empuja y la hace rodar por la rampa.
En su cuerpo quedan las marcas sucias de la lucha y del camino.

ÉL se acerca, la toca, ella no responde.
Sólo queda el despojo de su vida. Un cuerpo sucio, maltrecho, vejado y vacío.
Ya no le sirve para su juego. Entonces la arrastra y la mete en una caja, la cubre y construye con las otras cajas un montículo.Mira su obra y aburrido se va, con su pelota.

jueves, agosto 21, 2008

Dos son más que la suma de uno más uno: Beige


Una pantalla en medio del escenario.
Una imagen de agua con reflejos de sol, que llega a traslucirse hacia otra pantalla colocada atrás. Entre las dos hay un espacio.
Un sonido de piano constante cambiando de tonos.
El agua reflejada se mueve. Un cuerpo en el agua. La pantalla se divide en dos y vuelve a ser una.
La imagen de un hombre en el agua que está vestido; tiene un agujero de bala en su espalda. Se ve el cuerpo que cae y flota como muerto. Se escucha el sonido de la caída y luego silencio. La imagen se esfuma.
Vuelven a caer dos cuerpos al agua. Sonido y silencio. Uno toma al otro. Las manos adquieren preponderancia. Vuelve la imagen del agua.
Se enciende una luz cenital y un hombre, vestido con un abrigo azul celeste, se deja ver al fondo de la escena. Se mueve y cae , se vuelve a parar y caer. Se apaga la luz. Entra otro hombre, está vestido igual pero en amarillo. Los movimientos de ambos son rápidos, iguales. Se apaga la luz y al encenderse aparece el hombre azul al frente, en un cuadro iluminado. En la pantalla la imagen sigue flotando. El hombre amarillo aparece en un cuadro iluminado en el otro extremo.
Los dos se mueven como flotando. Hay imágenes en las dos pantallas.
Se diferencian los movimientos de la pantalla de los hechos en vivo por ser cortados.
Los dos hombres se arrodillan, abren sus abrigos, los mueven , parecen personajes enanos.
El hombre amarillo se para, avanza y retrocede como robot. El otro se levanta y se enfrentan, entran al cuadro formado por las dos pantallas que se transforma en un cubo translúcido, igual a la piscina de las imágenes proyectadas .
Se proyecta la imagen de una cabeza mirándolos. Los dos salen de ese espacio y se colocan uno tras otro a un costado. La imagen aparece boca abajo. Uno de los hombres se queda y se ve la imagen del otro. Se escucha un texto que pregunta:”¿tiene casa propia?”, “¿tiene hijos?”,”¿los educa?”
La imagen lo muestra colgado, ahogado.
El hombre amarillo serio lo mira, escucha el texto que responde:”casado, cinco hijo, los educo”
Aparece la imagen de los dos flotando. Flotan como en una pecera. Se superpone la imagen. Desaparece la luz y entra el hombre azul con una máscara muy grande que lo representa a si mismo riendo.
Se mueve como bailando. Hace gestos con el cuerpo como si hablara. Se quita el abrigo y se coloca en posición de pelea. Los gestos son cómicos. Aparece la imagen de los cuerpos flotando.
Entra el hombre amarillo con una máscara con gesto de enojo. Se coloca en el centro y sus movimientos son de pelea, de cuestionamiento, de cólera. Las imágenes se repiten y cambian en las dos pantallas. El efecto que producen los dos personajes es muy bueno.
En la pantalla de primer plano ellos se multiplican. Los dos hombres se pelean, se pegan bajo el agua, en el fondo de la piscina. Están juntos, vestidos con trajes, uno hace desaparecer al otro.
En imagen real el hombre amarillo está atrás. En la imagen proyectada el hombre azul tiembla.
Los dos hombres con sus máscaras se mueven dentro del cubo, miran hacia el frente. En la pantalla se ven sus caras con un fondo de agua y se mueven con movimientos cortados como antes lo hacían en vivo. Cambian lugares. Están en el agua, afuera, adentro. Hasta que desaparece la imagen de ellos.
Entran en vivo con dos máscaras más grandes con las mismas expresiones de alegría y de enojo que las anteriores. Pero sólo les dejan ver los brazos y piernas, están atrás del cubo transparente.
Se dan las manos. El enojado aplasta al sonriente. Se separan.
Aparece la imagen en el agua del hombre azul, quien abre una caja, saca una taza y toma. Tiene papeles bajo el agua. Los dos bajo el agua se invitan a comer uno al otro un sándwich. Los dos comen. Después discuten bajo el agua
Aparece otra imagen en la pantalla de atrás. Los dos de espalda. Con colores amarillos y azul celeste. Se van separando lentamente en el video. Se disuelve la imagen y solo quedan rayas de colores.
Entran dos personajes hasta el proscenio, enfundados con plástico, como seres irreales, extraños. Se apoyan uno en el otro, se mueven de forma diferente. Están cubiertos hasta la cabeza, se jalan la ropa y se transforman en seres muy altos, que miran al público. Este escena final es la única cuestionada ya que queda aislada de la secuencia de la obra y no agrega nada sustancial.
La obra está muy bien estructurada. La unión del audiovisual con los movimientos en vivo; el diseño escénico y la elección de los colores y el sonido, hace que la obra se convierta en un continuo devenir que mantiene al público atrapado.
La metáfora del color Beige que tiñe todo de conformidad, se opone al constante enfrentamiento entre lo bueno y lo malo, la alegría y el enojo, la obligación y la independencia.
Entre el azul celeste benévolo y el amarillo irascible, imaginamos el beige, emblemático del no conflicto.
El trabajo hecho dentro de la piscina donde se grabaron las imágenes del video, concreta la idea de la obra. Esos hombres presionados por el deber ser, ahogados por el entorno, jugando entre la vida y la muerte.
Los distintos planos en los que juega la realidad y la imagen de la realidad, al estar definidos por las pantallas translúcidas,
adquieren diferentes significados.
Alejandro Cáceres y Mario Ossandón, en esta creación colectiva, nos validan el concepto que dos son más que la suma de uno más uno.La obra se presentó en el Espacio Patricio Bunster del Centro Cultural Matucana 100.

miércoles, junio 18, 2008

“Movimiento 6-Festival Internacional de Danza Contemporánea -Teatro Camino”




1
Árida o Estepa

Mabel Diana

“Es un cuerpo en movimiento armado para el combate del viento estepario y presenta acción humana capaz de reconstruir el territorio desmantelado”
Lucía Russo, autora e intérprete, juega durante toda la presentación entre la inmovilidad y la sensación de flotar.
Rueda por el suelo, se despega . El viento, sonido y aire, la envuelve.
Su cuerpo es blando y no llega a tener la tensión necesaria para sostener el juego.
La puesta escenográfica está resuelta con cientos de bolsas plásticas de color blanco, que se dejan mover por corrientes de aire manejadas con precisión. El aire entra con distinta intensidad.
Las bolsas de plástico, ligeras y a la vez indestructibles, se dejan inflar, barrer, volar, suspender y aplastar.
Ella, sólo en el comienzo, logra mimetizarse con ellas. Pero luego se vuelve confusa su transformación de ser una cosa arrastrada por el viento en un ser humano desnudo.
La desnudez de un hermoso cuerpo femenino con blandas curvas, amarra las miradas del público que no puede abandonarla.
Un cuerpo vulnerable arrastrado por un viento que no le hace mella y lo termina acariciando.
La intérprete realiza reconocibles posturas de yoga en el intento de enfrentar la viento- basura.
Su cara siempre escondida por el cabello, se contrapone a su cuerpo expuesto.
Brisas, ráfagas, remolinos muy bien resueltos técnicamente. Bolsas danzarinas protagonistas.
Después de los primeros minutos el efecto del aire moviendo las bolsas de plástico, deja de ser atractivo. Se agota y al no tener un sustento dramático solo queda como un efecto.



2
“Qué es lo que es?”Colectivo Etiqueta Negra


Mabel Diana

"Apuesta creativa que propone la fusión e interacción de distintos lenguajes artísticos como danza contemporánea, teatro, video y música. Una reflexión entre los mundos de vigilia e inconsciente"

Con luz cenital, un cuadro iluminado en el suelo. Una mujer acostada en el, con los cabellos desparramados como una gorgona.
Ella habla, se enciende una imagen de una cama y un reloj en el espacio donde está acostada. Al sonar el despertador ella lo apaga y sale del espacio, el cuadro queda poco iluminado. Vuelve a entrar y se acuesta en otro lado del cuadro. Aparece una proyección de su cara que se deforma y se transforma. Van cambiando las imágenes proyectadas en el suelo una tras otra con diferentes colores. Mientras esto sucede ella mira las proyecciones.
Entra un hombre y se acuesta. Siguen las proyecciones de imágenes sobre ellos inmóviles.
Ella se levanta y camina, él permanece acostado.

Las imágenes son más importantes que los movimientos de ellos. Los movimientos son repetidos, los textos son repetidos. Las imágenes de la cama y el despertador que suena y ellos apagan, se repite demasiado. Las entradas de él y de ella no tienen sorpresa, son predecibles.
Sólo la imagen del remolino azul donde la mujer parece hundirse es la mas lograda de todas.
Los textos suenan sin contenido, tampoco como juego de palabras. Nos preguntamos: “Qué es lo que es?”. La reflexión entre los mundos de vigilia e inconsciente no se ve como tal.

Los intérpretes son, el autor de la pieza Felipe Contreras y Betania González.

Guerra
Colectivo de Arte La Vitrina
Mabel Diana


“Abrimos una brecha para compartir con el público, dentro de la vorágine que el sistema impone a la realidad contemporánea. Allí se instala la Guerra como una trinchera donde se intercambian impresiones de la humanidad incesantemente vapuleada. Cada situación presenta al cuerpo traumatizado por el egoísmo depredador del mercado. Así en el transcurso de las escenas nos aliamos para dejar al descubierto el cinismo voraz y solapado de los poderes gubernamentales y económicos que buscan lucrar con la humanidad y su rapiña globalizada, nos apoyamos para fortalecernos y juntos conformar un frente que nos lleve a salir de este letargo individualista y consumidor y tomar acciones para provocar un cambio que genere utopías mas solidarias, equitativas, participativas, respetuosas, horizontales y humanas.”...


Como retribución se ha solicitado al espectador entregar a la entrada un alimento no perecedero.
A cambio le dan una cobija para protegerse del frío, y a alguno de los que llegan en primer lugar, un paquete con ropas con el nombre de uno de los intérpretes y la misión de vestirlos.

Se entra por un laberinto estrecho en cuyas paredes, de plástico negro, hay pequeños cuadros con fotografías y textos. Después de dos vueltas se llega al espacio escénico. Hay bancas en los cuatro lados y en el piso están los ocho intérpretes acostados, vestidos sólo con ropa interior. Hay piedras esparcidas en el suelo.
A los que nos ha tocado la misión de vestirlos nos acercamos y cubrimos esos cuerpos desvanecidos, pesados. A mi me tocó ponerle vestido, sweater y zapatos rojos a una de las intérpretes.
Cuando todos estuvieron vestidos y sentados como muñecos desvencijados y el público sentado y arropado con su cobija, un cambio de luz dio comienzo a la acción.

Los intérpretes se paran, se arreglan las ropas, se estiran, respiran. Caminan decididos a un lugar. Repiten varias veces esa acción y comienzan a mover piedras y juntarlas en el centro donde hay una línea de luces. Luego dejan una mitad del espacio libre de piedras y allí se colocan todos y realizan una secuencia de movimiento.
Un sonido de radio con interferencia sirve de música. Una de ellos canta suavemente, “Bésame mucho...” el movimiento los lleva a respirar y a abrazarse. Vuelven a mover las piedras, quitan las luces que están en el suelo dividiendo el espacio y las llevan a un extremo.
Todos hacen una línea y una de ellos tiembla dramáticamente, grita y cae al suelo. Comienzan cada uno a decir diferentes textos, todos ellos referidos a su propia muerte. Uno de ellos habla en aymará . Todos cantan repitiendo lo que él dice.
Se separa una pareja y baila sola. Los otros recogen las piedras y las apilan en un extremo, mientras siguen cantando y buscan objetos debajo de las bancas de los espectadores.
Aparecen flautas de carrizo, las reparten al público y las tocan haciendo una procesión invitándolos.
Una intérprete cuenta su muerte a manos de un soldado, entran corriendo cinco de los intérpretes y hacen una secuencia de movimientos juntos. Unos gritan, los otros los rescatan, los cargan, los protegen, se llaman. Repiten las secuencias varias veces.
Se juntan en una de las esquinas, se quitan la ropa, se tapan los ojos.
Dos hombres y una mujer, se arrodillan enfrentando a sus verdugos. Estos golpean las piedras, su sonido asemeja primero la lluvia, luego disparos de armas. Los sentenciados se retuercen con el sonido de los impactos. Los verdugos les arrojan piedras que golpean sobre el muro detrás de ellos. Suenan como tiros.

Uno de ellos pone un metrónomo que marca un ritmo preciso. El público es invitado a cambiar de lugar. La escena ocurre en una mitad del espacio ahora rodeado de las bancas de los espectadores. Un hombre en el suelo cuenta y repite entrecortadamente que: “ estaba allí hace un rato...era peor antes...” No termina de contar. Cambia la luz.
Regresan las bancas a su posición inicial. Los bailarines van a buscar entre el público a quienes los vistieron y cada uno le cuenta a su protector su historia. La canta , la baila.
Todos cantan juntos. Cambia la luz.
Un espectador es llamado a leer un texto, mientras lo lee una bailarina danza a su alrededor.
El texto es de ahogo, de muerte, de situación de guerra, de derrumbe.
Entran todos y buscan las piedras y rodean un cuerpo y hacen una ceremonia de entierro. Cantan en aymará y hacen sonido con las piedras, frotándolas y golpeándolas.
Alguien pregunta “¿cuantas personas mueren cada segundo?”
Cantan “María, María, María y José, cuando un día me muera, yo no lo sabré”. Y van cayendo uno a uno.
El coreógrafo a través de un megáfono, que hace sonar su voz como en las arengas militares, comienza a leer un texto lleno de referencias a las desigualdades sociales, a las poblaciones marginales, a los conflictos que existen en la tierra, a la necesidad de recuperar la dignidad y el coraje que nos lleve a salir del letargo individualista y consumidor, entre muchas otras cosas más.
Con la frase de “El otro soy yo”... los bailarines invitan a bailar al público, los abrazan y con una luces rojas, como ambiente finaliza la obra.

La idea y dirección de la obra fue de Nelson Avilés, quien junto al Colectivo de Arte La Vitrina montó la obra “Guerra”.
Ellos tienen un espacio en medio de una bodega de abarrotes al que saben sacarle partido. Lo modifican y acomodan según la obra. Sus paredes, ahora son de tela plástica negra.
Son firmes en sus convicciones y no dejan de señalar en sus creaciones lo que piensan del mundo y fomentan la reflexión en torno al arte.
Ahora a partir del tema de la propia muerte surgieron los textos y las acciones del montaje. Los intérpretes –creadores, se entregaron a las manos de Nelson Avilés para llevar la obra a las profundidades. Cada uno de ellos imaginó su muerte y de esa manera le entregaron al coreógrafo el material con el que trabajó.
La invitación a vestir al desnudo, abrazar al desvalido, cantar a los muertos, dio un resultado inquietante. Hacer conciente la necesidad de las acciones solidarias, es un logro al que no estamos acostumbrados que ocurra después de ver una obra de danza.

viernes, febrero 22, 2008

Luis Ortigoza se estrena como coreógrafo


La Bayadera
Mabel Diana

Se presentó en el Teatro Municipal de Santiago con coreografía del Primer Bailarín Estrella Luis Ortigoza , quien se estrena como coreógrafo.
En la versión chilena de La Bayadera, podemos señalar que Ortigoza agregó, a la estructura original de Marius Petipa , dos danzas para varones.
Dijo “Ellos tendrán una mayor participación. Estoy creando danzas especiales para los guerreros y los sacerdotes. Sin pretender quitarle protagonismo a las mujeres en el Reino de las Sombras, quiero equiparar los roles femeninos y masculinos del cuerpo de baile”.
Además añadió en la última escena la destrucción del templo que Petipa había puesto en la versión original y que no existe en la actualidad en otra versión.

La música de Ludwig Minkus, con arreglos y adaptación de Albena Dobreva, fue interpretada por la Orquesta Filarmónica de Santiago, dirigida por José Luis Domínguez. Vimos a una orquesta contenida, que en muchos momentos estuvo demasiado lenta y con silencios muy evidentes.
La iluminación, a cargo de José Luis Fiorruccio, hizo ver muy bien la escenografía, pero dejó en momentos importantes a los bailarines en penumbra.

La invitación al artista ruso Alexander Zaitsev, primer bailarín del Ballet de Stuttgart, a interpretar Solor fue una desilusión. Vimos a un bailarín cumpliendo con un trabajo, no involucrado en la obra, alejado de su partenaire, como si le molestara estar bailando ese papel y con esa bailarina.
Marcela Goicochea, argentina, primera bailarina estrella, precisa, pero fría, hierática carente del dramatismo y sensualidad que el personaje de Nikiya necesita.
Lidia Olmos compuso una Gamzatti mas convincente.
Patricio Melo crea un Gran Brahmin con fuerte presencia. Lucas Alarcón se luce en el Ídolo de Oro.

La profusión de telones y cambios de ambientes, y un final donde se recrea la destrucción del templo y cae la escenografía, se ve la intención de no dejar nada a la imaginación y hace que el escenario del Teatro Municipal de Santiago se vea mucho más pequeño.
La espectacular escenografía atosiga al espectador, quien no tiene mas remedio que mirar ese entorno y pensar cuanto dinero se ha invertido en la producción. Para la confección del vestuario y la escenografía, tanto Pablo Núñez, diseñador de la escenografía y el vestuario, como Luis Ortigoza, se preocuparon personalmente de comprar cada género, cada piedra y pasamanería que se ocupan en la producción, en Chile como en viajes que han realizado a Buenos Aires, Miami, Nueva York y Barcelona. El resultado lleva a reflexionar si no hubiera sido más productivo que Luis Ortigoza comenzara con una obra menos exigente que La Bayadera. Mas en estos momentos que gracias a la TV y al internet podemos ver las versiones hechas en otros países y saltan las comparaciones.

Compañía Dorky Park en XV Festival Internacional Santiago a Mil 2008



“Sure, Shall We Talk About It?” (“Seguro, ¿hablemos de eso?”)

Mabel Diana

La compañía alemana "Dorky Park" congrega a bailarines, actores, músicos, artistas visuales y audiovisuales de distintos orígenes, que van desde los 4 a los 72 años de edad. Fue creada en el 2003 por Constanza Macras, Jared Gradinger, Jill Emerson y el músico Claus Erbskom.
Constanza Macras, la directora y coreógrafa de la obra “Sure, Shall We Talk About It?” es una artista argentina que reside en Berlín desde 1995.
Esta obra nació por un encargo de la empresa Nike para la semana de la moda en Milán en 2005. Aceptó el proyecto porque le dieron total libertad y el único requerimiento era que trabajara con mujeres de diferentes nacionalidades, lo que se adaptaba al trabajo que venía realizando.
El éxito fue tal que ya se han presentado en Alemania, Italia, Francia y Grecia. Después de su presentación en Chile en el “XV Festival Internacional Santiago a Mil 2008” el próximo público será el de Chipre.


La obra comienza en el vestíbulo del teatro, tres mujeres se acompañan con una guitarra y cantan textos de Carl Marx.
Entra el público en la sala y ya están sobre el escenario músicos, instrumentos y la proyección de un video sobre toda la superficie del ciclorama. Una bailarina sola se mueve constantemente, baila precisa, sin inmutarse a pesar del bullicio de la entrada del público, que ignora lo que sucede en la escena.
Cuando terminan de entrar los espectadores , baja la luz de la sala y lo bailarina cobra relevancia, hasta que sale y entra otra en zapatillas de punta, perfecta, vestida de rojo, como una “top model”, alta, rubia, delgadísima, cantando All Tomorrow’s Parties con una voz exquisita. Asombra que cante tan bien al mismo tiempo que se traslada sobre las puntas como si flotara.

Así comienza el desfile de los personajes interpretados por las once bailarinas.
El cuerpo femenino es el actor principal. Toda la obra se relaciona con el esfuerzo, el tiempo y la angustia por el acondicionamiento corporal pero, con humor.
Cada una a su manera, nos muestran los estereotipos que crea ese poderoso mundo de la belleza, la moda y la búsqueda de la perfección del cuerpo, que mueve tanto dinero.
Desfilan la novia, la madre, la diva, la modelo, la profesora de “aerolatin”, la azafata, la bailarina, la hippie, la break dancer, la karateca y otras más. En varias escenas participan todas como alumnas de los distintos tipos de acondicionamiento.
Se ve que no hay personajes secundarios, todas tienen su solos, las intérpretes son creadoras.
Todas ellas bailan, cantan, actúan. Constanza Macras crea un espectáculo donde todo se entiende. No escatima usar textos y videos. La proyección de imágenes en movimiento es casi constante y está relacionada con lo que sucede en ese momento en el escenario.
Los músicos se integran totalmente a la escena. La batería tocada con énfasis por una mujer la convierte en otra de ellas.
Las intérpretes son Claudia Catarzi, Florencia Lamarca, Gail Sharrol Skrela, Hyoung Min Kim, Lulu Akkouch, Maike Möller, Nadia Cusimano, Nikeata Thompson, Tatiana Eva Saphir, Yeri Anarika Vargas Sánchez, Silvia Ventura.
Los músicos Almut Lustig, Claus Erbskom, Constanze Sannemüller y el video de Michal Butink.

Una de las intérpretes, la actriz argentina Tatiana Eva Saphir es la encargada de conducir la trama. Su texto es el que nos lleva de una escena a la otra sin dejar de moverse, bailar, saltar y hacer maromas. Desde el vestíbulo cantando, la conversación por celular con su marido al mismo tiempo que da clases de ejercicios aeróbicos con música latina ("aerolatin") o como hippie que pregona la no-violencia mientras es agredida.
El resultado es una obra dinámica, divertida, con ideas claras y bien expresadas y bailadas.